lunes, 19 de septiembre de 2011

Discapacidad Invisible



Imagínense lo que se siente no saber cómo comunicar tus pensamientos, tus sentimientos o tus ideas. Tener los conceptos corriendo por toda tu cabeza, pero no la habilidad para comunicarlos. Imagínense que no pueden hablar o escribir en la forma que los demás lo saben hacer.
Tratar de hacer un resumen del libro que te tardaste más de un mes en leer y que la maestra no le entienda nada, que todas las ideas están desorganizadas y que está lleno de faltas de ortografía y después de que le dedicaste más de 4 o 5 horas a la tarea se te olvida en la mesa de la cocina. Imagínense tener que repetir la mayor parte de los trabajos varias veces por que está sucio, le falta estructura, se te olvidó la fecha o ponerle título y por supuesto que la maestra lo identificara por tu mala letra, o porque era el único que no traía nombre.
Mi vida escolar fue muy desagradable: No entendía bien lo que leía, las matemáticas me parecían cuentos de extraterrestres. La maestra de 5° año me pedía que escribiera el número 2543 y yo lo escribía en notación desarrollada. Odiaba los quebrados, no le encontraba ningún chiste a pasármela cortando pasteles imaginarios en trozos iguales, si lo importante era comérselos… ¡Y ya!
Nunca pude quedarme sentada, sin moverme ni siquiera un ratito. Mis maestras me decían que si tenía chinches en las pompas o qué que me pasaba, que ya estaba grandecita para saberme sentar bien y respetar el trabajo de los demás. Molestaba a los demás con mis ruidos, no los dejaba concentrarse o prestar atención, pero como yo nunca había experimentado lo que era eso de “concentrarse o prestar atención” me preguntaba ¿Y a quién se la presto?, ¿sería un material escolar que seguramente yo ya había perdido y que ni cuenta me había dado?
No entendía lo que nos decían los maestros, casi siempre llevaba a la escuela una tarea que no tenía nada que ver con la que mis compañeros hacían. En las clases soñaba, me fluían mil ideas. Sí estábamos tratando el tema de los ríos entonces mentalmente me ubicaba en alguna historia que me había pasado con anterioridad y de repente cuando regresaba de mi recuerdo ya estaban mis compañeros realizando un ejercicio de matemáticas. Siempre me pregunté ¿Cómo a qué horas cambiaron de actividad?, y ¿Por qué no me avisaron?
Por supuesto que me la pasaba castigada, haciendo páginas y páginas. Repitiendo sin cesar las tablas de multiplicar, para que al día siguiente... se me olvidaran.
¡Si, si me distraía hasta con el vuelo de una mosca!
Era muy difícil que me creyeran tantos olvidos, me decían: ¿Qué te pasa?, ¡No eres tonta para lo que quieres!, ¡Sí tu quisieras tú podrías lograrlo todo, tú podrías ser la primera de tu clase!, ¡Lo que pasa es que eres una floja, no le echas ganas...Apúrate!
Todavía hoy cuando oigo esas palabras me retumban los oídos. ¡Por supuesto que SÍ quería sacarme buenas calificaciones!, ¡Por supuesto que prefería pasar de año a reprobar!, Me gustaba jugar y no pasármela castigada, pero... ¿Realmente sería YO una tonta?, me lo cuestionaba muchas veces, y hasta me lo llegué a creer durante muchos, muchos años.
Ahora se preguntarán, ¿Y para qué era buena?, ¿Qué sabía hacer bien?
Hacía las mejores travesuras, me encantaba patinar, andar en la bici, treparme a las bardas, construir avalanchas, organizar fiestas, contar chistes y disfrazarme.
Siempre fui la más audaz entre mis compañeros y mis vecinos. Me atrevía a todo, a meterme a la escuela en la noche y robar los exámenes, aprendí a copiar, aprendí a sobornar a los maestros, aprendí hacer teatro, retaba y cuestionaba a los maestros, a mis padres y a cualquier autoridad, participé en los arrancones de coches, rompí todas las reglas, sin embargo, todo esto y más propició que tuviera muchos amigos y amigas, me consideraban "rara", pero les caía bien.
Como me corrieron de 13 colegios por latosa, eso me permitió conocer a muchas personas, me ayudó a ser una persona sociable, dinámica y que contaba con un sinfín de experiencias. Me facilitó a entender y a no tenerle miedo a los cambios. Volé lejísimos con mi imaginación, era muy creativa y por lo tanto no me aburrí nunca.
Siempre he dormido muy poco, eso me ocasionó muchos problemas con mis padres, pero era el único momento donde yo podía hacer lo que me gustaba: Dibujar, bailar, cantar enfrente del espejo, sentirme artista y soñar con que llegaba un hada y mágicamente acababa con mis problemas escolares. Recuerdo que en esas noches, yo sola en mi cuarto no me sentía juzgada, criticada y sobre todo nadie me decía que estaba perdiendo el tiempo.
Pero... ¿Qué es perder el tiempo?, ¿Hacer lo que yo sabía hacer?, ¿Hacer actividades que no eran "calificables"?, ¿Eso es perder el tiempo?
Siempre sentí que no les daba gusto a mis maestros ni a mis papás, ellos esperaban más de mí, pero yo no sabía cómo hacer las cosas para que me salieran como ellos querían. Poco a poco me di cuenta que YO necesitaba hacer más cosas que los demás: Organizarme, llevar una agenda, aprender a leerla, proponerme oír una clase aunque fueran sólo 10 minutos. Aprendí a conocerme y a saber que mis períodos de atención eran mejor por la noche. Aprendí que EL NO ENTENDER NO SIGNIFICA SER TONTA, Aprendí que QUERER NO SIGNIFICA PODER, sino que no podía por qué no sabía cómo y que en muchas ocasiones lo que me faltaba era sólo entender las instrucciones.
Ahora que soy adulta, todavía me pasan mil cosas, pero he aprendido también a reírme de ellas, ¡No pasa nada!, lo vuelvo a intentar, y si no sale pues pido ayuda.
Me sigue costando mucho trabajo organizarme, escuchar una instrucción completa, cacharme a mi misma cuando estoy distraída, sigo siendo intolerante e impaciente.
Si, aprendemos de manera distinta, miramos al mundo con otra lupa, pero somos muy inteligentes, muy creativos, perspicaces y sobre todo tenemos una gran capacidad de aprendizaje.
El Trastorno por Déficit de Atención es una DISCAPACIDAD INVISIBLE para los demás pero dolorosamente demasiado visible para quienes lo vivimos.
Yo los invito a ver más adentro de cada persona, a entender que querer NO es poder y así dar lo mejor de nosotros para ayudar a ser y hacer mejores personas.

Regina Ferrari de Camacho
Psicóloga Educativa